"Y aconteció que después de haber viajado por tres días por el desierto, asentó su tienda en un valle a la orilla de un río de agua"
Una vez adentrados en Arabia, la familia debió seguir caminando hasta por lo menos sentirse seguros de sus potenciales sicarios. A ese ritmo estuvieron viajando "por tres días por el desierto", período de tiempo en el que se trasladaron desde Jerusalén hasta, como mínimo, las primeras costas del mar Rojo. En este punto se puede discrepar porque existen dos posibles lugares a los que Nefi pudo haberse referido a dicho mar. Primero: el golfo de Aqaba (alrededor de 300 kilometros), que para muchos es considerado una extensión del mismo mar, y segundo: el mar Rojo propiamente dicho (alrededor de 500 kilometros). Dichas distancias, especialmente la segunda, pueden parecer dificiles de creer según la lógica humana, aún cuando la familia haya utilizado animales como los camellos; sin embargo, no hay que olvidarnos que la Obra de Dios es una Obra de milagros.
En la Biblia existen numerosos relatos en donde el Señor ha obrado de maneras en las la mente es incapaz de comprender con exactitud hasta hoy: el diluvio, la caída de las murallas de Jericó, la estancia de Jonás en el vientre de un gran pez, etc. Si el gran Jehová fue capaz de hacer tan maravillosos milagros, ¿por que no podría hacer algo tan sencillo como permitir que una familia recorriera una gran distancia en un tiempo tan corto?
Aún con la ayuda de los Cielos, este debió haber sido un viaje intensivo y agotador, por lo que detenerse para establecer un campamente habrá sido una gran alivio para toda la familia. En este caso "asent[aron su[s] tienda[s] en un valle situado a la orilla de un río de agua". Por definición los valles son terrenos de nivel más bajo que sus alrededores y generalmente rodeados de colinas y/o montañas, por lo que se trataba de un lugar escondido. Además estaban cerca a un rió que pudo haber traído tres grandes beneficios: primero: proveer de (en caso de haber sido grande) alimento como pescado y agua dulce; segundo: fertilizar el suelo lo suficiente como para albergar vegetación y, en el mejor de los casos, proveer de un terreno apto para cultivar plantas; y tercero: ser una fuente inagotable de agua ideal para hacer realizar diferentes actividades como lavado, limpieza, aseo, etc.